¿QUÉ SUCEDIÓ CON LA PROSPERIDAD MATERIAL EN EL NUEVO TESTAMENTO?: LA REALIDAD PROFÉTICA PARTE 2

 

¿QUÉ SUCEDIÓ CON LA PROSPERIDAD MATERIAL EN EL NUEVO TESTAMENTO?:

LA REALIDAD PROFÉTICA

PARTE 2
Por Jordan Wilson

Traducido por Valeria Ramírez S.

Valeria.s.ramirez.s@gmail.com

Fuente: Material Prosperity In The New Testament: The Prophetic Reality (Part 2)

En la primera parte de este ensayo, hemos analizado los presupuestos escatológicos y pactales más importantes.  Ya hemos trazado la conexión entre la bendición y la prosperidad material en el Edén, hemos examinado los casos del Nuevo Testamento en los que se reafirma la conexión entre la bendición y la prosperidad material, y hemos analizado cómo Dios distribuye las bendiciones y las maldiciones en los contextos de las naciones y de los individuos.

Sin embargo, queda un tema muy importante por explorar, pues sin él nuestro estudio se quedaría sumamente incompleto. Es necesario examinar ahora cómo los numerosos pronunciamientos y exhortaciones sobre la riqueza que aparecen en el Nuevo Testamento deben entenderse específicamente en términos del particular período de la historia redentora en el que fueron proclamados.

El marco histórico y redentor del Nuevo Testamento sí importa

¿Qué ocurría en la Jerusalén de mediados del siglo I cuando se escribió la Biblia? Más concretamente, ¿dónde se situaba la Iglesia del Nuevo Testamento dentro de la historia pactada y redentora del pueblo de Dios?

Lo que hay que entender es que las exhortaciones bíblicas sobre la riqueza pueden desviarse de las normas ante determinados escenarios, especialmente con un apocalipsis inminente a la vuelta de la esquina.

Nabucodonosor acampa en las afueras de Jerusalén. Los ciudadanos mueren de hambre y se ven reducidos al canibalismo. La riqueza de la ciudad es saqueada. El templo de Salomón es destruido y quemado hasta los cimientos.

Nabucodonosor acampa en las afueras de Jerusalén. Los ciudadanos mueren de hambre y se ven reducidos al canibalismo. La riqueza de la ciudad es saqueada. El templo de Salomón es destruido y quemado hasta los cimientos.

Veamos un ejemplo del Antiguo Testamento, y luego veamos el Nuevo. Observemos cómo las instrucciones acerca de la riqueza están relacionadas con lo que ocurre en ese momento de la historia redentora. Observemos cómo el modelo de guía sobre la riqueza en el Antiguo Testamento se refleja en el Nuevo Testamento. En todo caso, el Nuevo Testamento continúa la dinámica del Antiguo en este aspecto.

Consideremos lo que ocurre en el libro de Ezequiel. Habiendo sido testigo del continuo rechazo de Dios por parte de Israel, Ezequiel profetiza a los exiliados que viven lejos de Jerusalén en Babilonia sobre lo que va a suceder en el año 586 a.C. en Jerusalén. Es decir, la destrucción de la ciudad hasta los cimientos y el arrasamiento del templo. En los pasajes que siguen, observe las exhortaciones que Ezequiel da a quienes se dedican al comercio en esos días:

Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos. (Ezequiel 5:5-6).

Jeremías recorrió las calles de Jerusalén como lo haría Cristo 600 años después advirtiendo sobre el juicio inminente. Los judíos son exiliados de Jerusalén en el año 586 AC. Su ciudad y su tierra serían arrasadas tal y como advirtió Jeremías. Sus r…

Jeremías recorrió las calles de Jerusalén como lo haría Cristo 600 años después advirtiendo sobre el juicio inminente. Los judíos son exiliados de Jerusalén en el año 586 AC. Su ciudad y su tierra serían arrasadas tal y como advirtió Jeremías. Sus riquezas son destruidas.

El tiempo ha venido, se acercó el día; el que compra, no se alegre, y el que vende, no llore, porque la ira está sobre toda la multitud. Porque el que vende no volverá a lo vendido, aunque queden vivos; porque la visión sobre toda la multitud no se revocará, y a causa de su iniquidad ninguno podrá amparar su vida. (Ezequiel 7:12-13).

Ezequiel continúa lamentando la adquisición de riquezas en un pueblo que ha rechazado a Dios en una época en la que su riqueza estaba a punto de desaparecer. El problema no era su afán de riqueza, sino que habían hecho de la riqueza un ídolo y pensaban que podían alcanzar la satisfacción y la victoria a través de la riqueza, fuera del gobierno de Dios sobre ellos. Como juicio, la riqueza (una bendición) les es arrebatada y entregada a sus enemigos. Los ladrones entran y roban. La hambruna y la inflación destruyen la riqueza de los que tienen oro en un escenario apocalíptico. No se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.

 Arrojarán su plata en las calles, y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; no saciarán su alma, ni llenarán sus entrañas, porque ha sido tropiezo para su maldad. Por cuanto convirtieron la gloria de su ornamento en soberbia, e hicieron de ello las imágenes de sus abominables ídolos, por eso se lo convertí en cosa repugnante. En mano de extraños la entregué para ser saqueada, y será presa de los impíos de la tierra, y la profanarán. Y apartaré de ellos mi rostro, y será violado mi lugar secreto; pues entrarán en él invasores y lo profanarán. (Ezequiel 7:19:22).

Tomaste asimismo tus hermosas alhajas de oro y de plata que yo te había dado, y te hiciste imágenes de hombre y fornicaste con ellas (Ezequiel 16:17).

También podríamos mirar donde el profeta Jeremías, un contemporáneo de Ezequiel, advierte desde las proximidades del templo de Jerusalén para que el pueblo huya de la ciudad debido a la inminente ira que está a punto de caer sobre ellos. También se lamenta de su idolatría y búsqueda de riquezas en un período de tiempo en el que la venganza es inminente.

Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte. El que quedare en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de pestilencia; mas el que saliere y se pasare a los caldeos que os tienen sitiados, vivirá, y su vida le será por despojo. Porque mi rostro he puesto contra esta ciudad para mal, y no para bien, dice Jehová; en mano del rey de Babilonia será entregada, y la quemará a fuego. (Jeremías 21:8-10).

Huid de en medio de Babilonia, y librad cada uno su vida, para que no perezcáis a causa de su maldad; porque el tiempo es de venganza de Jehová; le dará su pago. (Jeremías 51:6).

Entregaré asimismo toda la riqueza de esta ciudad, todo su trabajo y todas sus cosas preciosas; y daré todos los tesoros de los reyes de Judá en manos de sus enemigos, y los saquearán, y los tomarán y los llevarán a Babilonia. (Jeremias 20:5).

En ambos libros proféticos, la lección que hay que aprender es clara: no busques adquirir riquezas mientras estés involucrado en una rebelión e idolatría autónoma contra Dios. En medio del juicio del pacto, donde la destrucción apocalíptica es inminente, tu riqueza no puede salvarte.

Las exhortaciones del Nuevo Testamento sobre la riqueza reflejan los patrones del Antiguo Testamento

La historia se repite cuando Jerusalén es destruida y saqueada de nuevo en el año 70. Las advertencias proféticas sobre la riqueza en el Antiguo y el Nuevo Testamento muestran continuidad, no discontinuidad.

La historia se repite cuando Jerusalén es destruida y saqueada de nuevo en el año 70. Las advertencias proféticas sobre la riqueza en el Antiguo y el Nuevo Testamento muestran continuidad, no discontinuidad.

Nos encontramos con que el pueblo de Dios que vivía en el Nuevo Testamento estaba en una situación muy similar a la de los días de Ezequiel. Jerusalén estaba a punto de ser destruida de nuevo. La única diferencia es que las condiciones eran aún más severas y aún más significativas desde el punto de vista del pacto, con el inminente fin de la era y la desaparición del "cielo y la tierra" del orden del antiguo pacto. Como profetiza Cristo al desobediente Israel:

Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! (Mateo 23:34-37).

Entonces los discípulos le preguntan a Jesús cuándo ocurrirá todo esto. Los discípulos quieren saber a qué hay que prestar atención. Preguntan:

Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?(Mateo 24:3).

Jesús responde:

Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.

Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.

También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (Lucas 21:20-33)

Como puede verse, Cristo promete que Jerusalén, la ciudad que Ezequiel proclamó como el centro del pacto para el mundo, iba a ser destruida de nuevo junto con el templo. Hablando en sentido figurado, Cristo advierte que el antiguo "cielo y la tierra" iban a pasar dentro de la misma generación de aquellos a los que Cristo estaba hablando. La era en la que la iglesia del primer siglo había comenzado estaba a punto de terminar. Estaban viviendo en los "últimos días" de la era del Antiguo Pacto, y ésta iba a desaparecer con un estallido.

Este período que conduce a los eventos cataclísmicos en Jerusalén estaría unido a una intensa persecución de los cristianos en Jerusalén por parte del Israel apóstata. El hermano se enfrentaría al hermano, el hijo al padre, la madre a la hija. Los cristianos fieles serían expulsados de las sinagogas y azotados, golpeados y asesinados en todo el mundo antiguo, no sólo en Jerusalén. Luego, cuando la insurrección comenzó en Jerusalén, los cristianos serían culpados por los romanos y vinculados con los judíos como usurpadores del emperador. A partir de ahí, su persecución no haría más que aumentar en todo el imperio romano.

El Arco de Tito, todavía en pie en Roma, construido en conmemoración de la destrucción de Jerusalén en el año 70.


El Arco de Tito, todavía en pie en Roma, construido en conmemoración de la destrucción de Jerusalén en el año 70.

Es a través de estos lentes que debemos ver muchas de las enseñanzas sobre la riqueza en esta era. Aquellos que tontamente trataron de retener la propiedad de la tierra, el título y las posesiones serían saqueados por la fuerza, despojados y destituidos. La orden era huir de Jerusalén a medida que se acercaba el día y se manifestaban las señales. Las posesiones debían ser vendidas, ya que iban a ser quemadas de todos modos. Era la misma exhortación que se habría dicho al remanente fiel en la época de Ezequiel.

No sólo Jerusalén sería saqueada, sino que todas las monedas de oro y plata perderían su valor durante el asedio romano y la hambruna resultante. Todo esto fue profetizado por Cristo en el monte de los Olivos en los evangelios, y en Apocalipsis 6 donde vemos que el precio del trigo se disparó.

En el interior del Arco de Tito, se ven las riquezas de Jerusalén mientras su ciudad y su templo son saqueados.

En el interior del Arco de Tito, se ven las riquezas de Jerusalén mientras su ciudad y su templo son saqueados.

Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino. (Apocalipsis 6:5-6).

Digámoslo así: no era el momento de que los que tenían medios invirtieran su capital en bienes raíces en Jerusalén. Era el momento de desprenderse, liquidar, salir, y esperar a que el desastre se calmara. No había que quedarse en Jerusalén con sólo metales preciosos cuando el tiempo se acercara. Desde el punto de vista económico, para los astutos era la oportunidad de su vida. Vender caro, salir de la ciudad, y volver más tarde para comprar barato. Dar a los necesitados (que serían muchos) y no acumular tontamente posesiones en "los últimos días" en una tierra a punto de ser destruida.

Curiosamente, esto es exactamente lo que sucedió históricamente, ya que el remanente fiel hizo caso a la profecía de Cristo y huyó a Pella antes de que los romanos vinieran y destruyeran todo y mataran a más de un millón de habitantes de la ciudad. Aquellos que habían vendido todas sus posesiones con el fin de utilizar las ganancias para los propósitos del reino estarían mejor posicionados en el mundo que surgió después del apocalipsis del año 70.

Los ricos justos prosperan, los ricos injustos pagan los platos rotos

Aquellos ricos que se dedicaron necia y maliciosamente a acaparar y codiciar mientras explotaban y maltrataban a sus trabajadores son advertidos, no por ser ricos sino por su maldad. A diferencia del rico justo, José de Arimatea, que utilizó su riqueza para pagar el entierro de Cristo, ellos rechazan al Mesías y su ley. No utilizan su riqueza para los fines del reino, sino para la indulgencia egoísta. Pagarán el precio tanto monetariamente como en la eternidad.

¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. (Santiago 5:1-5)

Todo el capítulo de Apocalipsis 18 es una burla al Israel apóstata y a los que están en Jerusalén, cuyas riquezas fueron arrebatadas de repente.

Vemos la advertencia de no buscar riquezas en múltiples ocasiones a lo largo del Nuevo Testamento, siempre teniendo en cuenta los tiempos actuales en los que vivían. Era una época extremadamente incierta en la que no se podía confiar en los planes a largo plazo y en la que la riqueza acumulada podía desaparecer en un instante.

A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna. (1 Timoteo 6:17:19).

Este es exactamente el tipo de exhortación que se esperaría que se diera al remanente fiel que vivía en una nación que estaba a punto de ser destruida. Es claro para nosotros cuando lo vemos en el Antiguo Testamento. Es igual de claro en el Nuevo, si queremos verlo.

No entender los tiempos y agravar el error

Ignorar o malinterpretar el contexto histórico-redentor no sólo nos lleva a cometer errores de interpretación en lo que respecta a la riqueza material, sino también en otros aspectos importantes.

En 1 Corintios 7, Pablo alentó a la iglesia de Corinto a no cambiar en absoluto su posición en la vida en vista de la "Presente aflicción" y en reconocimiento de que "la apariencia de este mundo es pasajera" sobre la cual el "tiempo señalado" de esta conflagración es "corto". Ya sea esclavo, libre, casado, soltero, circuncidado, incircunciso, etc., quédate donde estás, un inminente cambio de paradigma se acerca.

Mandatos como estos que dio Pablo no se dieron al vacío. Fueron dados reconociendo los tiempos en los que vivían. No eran mandatos normativos para todos los tiempos. Algunos incluso malinterpretan estos pasajes como si enseñaran la noción errónea de que el ideal normativo es que los cristianos permanezcan solteros-¡una gran manera de acabar con la cristiandad rápidamente!

Lamentablemente, muchos de nosotros leemos el Nuevo Testamento como si no hubiera un apocalipsis inminente a punto de ocurrir y como si una época de la historia, el fin de los tiempos, no estuviera a punto de tener lugar en ese momento. Tratamos las exhortaciones dadas en esas condiciones como paradigmáticas para toda la historia de la iglesia. Ignoramos el contexto histórico y pactante de la iglesia del primer siglo. Olvidamos que el Antiguo Pacto cubrió más de 4.000 años de la historia de la iglesia en una variedad de etapas de la historia redentora, y el Nuevo Pacto cubre 66-69 años de una etapa única (algunos dicen 96 años) de esa historia que, según Hebreos 8:13, el Antiguo Pacto aún no había desaparecido completamente, pero estaba a punto de hacerlo muy pronto.

Ya no vivimos en ese período entre pactos, y no debemos importar todas las aplicaciones dadas durante ese período en una aplicación exactamente igual para nosotros hoy. Debemos determinar con cautela cómo se aplica la enseñanza general del consejo completo de las Escrituras en relación con las verdades trascendentes y en base a la realidad del pacto redentor-histórico en el que vivimos ahora. Debemos ser hombres de Isacar que entienden los tiempos.

Nada de esto significa que estos pasajes sean irrelevantes para nosotros. Evidentemente, la Iglesia sigue inmersa en la persecución en diversos grados en todo el mundo, por lo que estos pasajes pueden ser instructivos en función de la gravedad de la persecución. También pueden ayudarnos a recordar que debemos orientar nuestros planes y nuestras búsquedas en torno a lo que Dios está haciendo en la historia y no en la codicia idolátrica y la ambición egoísta. También nos enseñan a ser astutos, una virtud que a menudo se pasa por alto, pero que resulta evidente, especialmente en las parábolas (pensemos en la parábola del mayordomo deshonesto).

¿Debemos hacer del tesoro nuestro tesoro? ¿Debemos adorar el dinero? ¿Debemos poner nuestro corazón en la acumulación de tesoros en la tierra para nuestra propia indulgencia? No. Somos siervos del Rey. La Biblia no enseña que la riqueza sea mala, pero advierte que no debemos enredar los deseos de nuestro corazón con nada que no sea Dios. Perseguimos la riqueza y la prosperidad no para nosotros mismos, sino para los propósitos de su reino, ya que estamos siendo restaurados a nuestro propósito original: salir, someter la tierra y ejercer dominio sobre ella para la gloria de Dios.

¿Karma o Cristo?

Es en este punto donde es importante recordar que los acontecimientos de la historia no son aleatorios. En el panorama general, las sanciones del pacto de Dios se siguen aplicando a las naciones. Las bendiciones del pacto, tanto materiales como inmateriales, fluyen a las naciones obedientes a Dios, y las maldiciones fluyen a las naciones que rechazan a Dios.

Considere hasta qué punto los gobiernos y las sociedades que han sido cambiados por el evangelio y que han empezado a estimar los mandatos de Dios son bendecidos como resultado, tanto interpersonal como civilmente.

En términos de la ética personal, esto significa amar al Señor tu Dios. Honra a tu padre y a tu madre. No des falso testimonio. No robes la propiedad de tu vecino. No cometerás adulterio. No matarás. Ama a tu prójimo como a ti mismo. No seas ocioso. Educa a tus hijos en el Señor. No niegues la disciplina.

¿Cómo les va en la vida a las personas que suelen seguir este camino en épocas en las que no hay una intensa persecución hacia los cristianos? ¿Cómo les va a las familias que generalmente siguen este camino?

En términos de sociedad civil, esto significa cosas similares: respeto por los límites de la autoridad (familia, iglesia, magistrado civil). El castigo debe ser proporcional al delito. Respetar el debido proceso. Practicar y hacer cumplir la igualdad de balanzas. Son normas bíblicas sencillas y trascendentes aplicadas a la vida social.

¿Qué produce la fidelidad nacional a estos estatutos para la sociedad en general? ¿Bendice Dios esto?

Ahora piensa en lo que significaría un alejamiento de esas normas. ¡No tenemos que mirar muy lejos! Las culturas que no respetan la propiedad privada, las sociedades enteras que minimizan o se burlan de los valores familiares, los gobiernos civiles que evitan las normas bíblicas de justicia... todos ellos se hunden en el caos y la pobreza. El concepto de las sanciones del pacto en la historia, y la continua participación de Dios en esto, es algo que los cristianos necesitan comprender, especialmente si queremos ser sal y luz en el mundo.

El universo moral en el que vivimos se aplica igualmente a los individuos, las familias, las iglesias, las naciones, etc. Este es el Dios al que servimos, y esta es la realidad que procede de su ser. Cristo ha heredado las naciones y posee todo el gobierno y la autoridad (Mateo 28:18).

Para finalizar

A fin de cuentas, lo que vemos en el Nuevo Testamento es una ética de la riqueza y el dinero que es la misma que en el Antiguo Testamento. La única diferencia es que todas las exhortaciones del Nuevo Testamento sobre la riqueza fueron escritas durante un breve período histórico de intensa persecución, martirio y apocalipsis inminente. Pero este período fue profético y ya ha pasado hace tiempo.

Tanto los "evangelios" de la pobreza como los de la prosperidad son desviaciones de lo que enseña la Biblia. Si no tenemos en cuenta el contexto histórico en el que se escribió el Nuevo Testamento, lo haremos por nuestra cuenta. Hay mucho más que sigue siendo vigente, y debemos optar por utilizarlo en nuestro beneficio o para nuestro perjuicio.

Lea más sobre la visión del mundo y la perspectiva optimista de la Biblia en David Chilton, Paraíso restaurado: Una teología bíblica del dominio.